Han pasado ya bastantes años desde que me metí en el mundo del freestyle, recuerdo cuando vi por primera vez una jornada de El Quinto Escalón, ahí entendí que no era solo rap improvisado era cultura, era calle, era talento en bruto convertido en arte. Desde entonces, he seguido batallas en todas sus formas, desde plazas hasta escenarios internacionales; hoy, después de la última FMS Internacional, siento la necesidad de hacer una pregunta incómoda ¿el público está arruinando el freestyle?

No es un secreto que el público siempre ha sido parte fundamental de este movimiento, gritos, reacciones, abucheos y ovaciones forman parte de la experiencia, sin embargo, lo que vimos en la última FMS Internacional parece haber cruzado una línea. Las reacciones exageradas, los favoritismos descarados, la interrupción del ritmo de la batalla e incluso el condicionamiento del jurado hacen que uno se pregunte si lo que se premia es el contenido o la histeria colectiva.

Aquí es donde entra la comparación inevitable “la época del COVID” cuando no había público y las batallas eran puras, sin distracciones, muchos de los mejores momentos de FMS ocurrieron en ese contexto. Recordemos a Sweet Pain vs Mnak, el mismo Gazir despegando sin la presión del aliento o rechazo masivo o Jaze irrumpiendo con todo en FMS, las métricas, los conceptos, el doble tempo… todo brillaba sin interrupciones, porque el foco estaba 100% en lo que se decía.

No propongo eliminar para siempre al público del freestyle, pero sí repensar su papel en competencias de alto nivel quizás pruebas a puerta cerrada, formatos híbridos o limitaciones en su intervención podrían devolverle la pureza competitiva que este arte merece, el freestyle ha evolucionado, pero si no cuidamos su esencia, corremos el riesgo de convertirlo en un espectáculo más, vacío de contenido y lleno de griterío.

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